Muito interessante o artigo do jornal espanhol El País sobre o atual momento do presidente Lula. A seguir, na íntegra, para os leitores do Entrelinhas:
El último desafío de Lula
JUAN ARIAS 01/05/2009
Lula es un hombre de suerte. Suele salir indemne de todos los escollos como los faquires caminan sobre el fuego sin quemarse. En sus casi dos mandatos de Gobierno, el ex tornero pasó por tres pruebas graves. Alguien las ha llamado las tres tentaciones de Cristo en el desierto. No sucumbió a ninguna de ellas. La primera, la del gran escándalo de corrupción del 2005, cuando su Gobierno sobornó a un centenar de diputados para que aprobasen las leyes de reforma, Lula, sin estudios, la resolvió según los cánones de la antropología clásica. La jauría de la opinión pública pedía sangre, y él les dio una víctima sacrifical, su mejor ministro, el poderoso José Dirceu. Con su sacrificio y el de la cúpula de su partido, el Partido de los Trabajadores (PT), volvió la paz tanto al Gobierno como a la oposición. Salió sano y salvo.
Se le eligió en 2006 en un segundo mandato y hasta creció su popularidad. La segunda tentación le llegó cuando gente cercana, visto su gran índice de consenso popular, le pedía que convocara un referéndum para cambiar la Constitución y poder reelegirse por tercera vez. La tentación no era pequeña. Sabía que habría ganado el referéndum. Venció la tentación a favor de la democracia. Declaró que lo mejor para la democracia era el relevo en el poder. Prefirió su fama de estadista mundial, que ya había conquistado. Acertó y su popularidad volvió a dispararse.
La tercera prueba le llegó de sopetón, cuando la economía del país iba viento en popa: la crisis financiera mundial. Lula fue rápido, primero calmó los ánimos diciendo que no iba a ser nada. Cuando la crisis llegó, supo hábilmente situar las culpas en los poderosos "blancos de ojos azules". La masa le creyó, y para él ha sido suficiente que Brasil sufra la crisis "menos que otros países de América Latina".
Con Cristo, el demonio se conformó con las tres tentaciones del desierto. A Lula no le deja en paz. Tras haber escogido a Dilma Rousseff, su jefa de Gabinete y ex ministra de Energía, como candidata para disputar las presidenciales en el año que viene para sustituirlo en la jefatura de la República, de nuevo la tentación: Rousseff, una ex guerrillera torturada durante la dictadura militar, acaba de ser operada de cáncer linfático y ha confirmado que tendrá que someterse durante cuatro meses a una dura quimioterapia. ¿Qué hacer? El mundo político está en ebullición. El Gobierno no tiene a estas horas una propuesta creíble para derrotar a los posibles candidatos de la oposición, sobre todo al gobernador de São Paulo, José Serra.
Rousseff, como acababa de escribir Le Monde, era la sustituta perfecta de Lula: "Después de un metalúrgico, una mujer" al frente de Brasil, escribió el diario de París. Lula la presentó como la "madre del PAC [el Plan de Aceleración Económica]", gestionado por ella, un billonario proyecto de obras de infraestructuras en todo el país. Rousseff aparece como la gran gestora del Gobierno, una mujer con carácter a la que temen muchos ministros.
Lula tiene dos opciones: nombrar a otro candidato o mantener la candidatura de Rousseff, como lo ha hecho en un primer momento, afirmando que Brasil necesita de una mujer como ella, que supo salir indemne de las torturas durante la dictadura militar y que superará ahora la nueva prueba del cáncer. Y pidió a la gente que rece por ella y ha vuelto a llevarla a todas las inauguraciones de obras. El Gobierno está siendo acusado de instrumentalizar la enfermedad de la jefa del Gabinete, poco popular, para afianzar su candidatura, sobre todo entre los más pobres. Lula, que es un lince político, se ha adelantado a decir que "no se juega con estas cosas". Es lo que pide la oposición. ¿Es definitiva la decisión de Lula? Rousseff dijo ayer que el presidente la está sosteniendo como un padre. Lula no puede errar. Es posible que organice algún sondeo para uso exclusivo del Gobierno para saber si el factor enfermedad de su ex ministra le dará o quitará votos. Después decidirá. Hasta ahora, su instinto de animal político nunca le ha engañado. Y éste es el temor de la oposición: que vuelva de nuevo a acertar.
El último desafío de Lula
JUAN ARIAS 01/05/2009
Lula es un hombre de suerte. Suele salir indemne de todos los escollos como los faquires caminan sobre el fuego sin quemarse. En sus casi dos mandatos de Gobierno, el ex tornero pasó por tres pruebas graves. Alguien las ha llamado las tres tentaciones de Cristo en el desierto. No sucumbió a ninguna de ellas. La primera, la del gran escándalo de corrupción del 2005, cuando su Gobierno sobornó a un centenar de diputados para que aprobasen las leyes de reforma, Lula, sin estudios, la resolvió según los cánones de la antropología clásica. La jauría de la opinión pública pedía sangre, y él les dio una víctima sacrifical, su mejor ministro, el poderoso José Dirceu. Con su sacrificio y el de la cúpula de su partido, el Partido de los Trabajadores (PT), volvió la paz tanto al Gobierno como a la oposición. Salió sano y salvo.
Se le eligió en 2006 en un segundo mandato y hasta creció su popularidad. La segunda tentación le llegó cuando gente cercana, visto su gran índice de consenso popular, le pedía que convocara un referéndum para cambiar la Constitución y poder reelegirse por tercera vez. La tentación no era pequeña. Sabía que habría ganado el referéndum. Venció la tentación a favor de la democracia. Declaró que lo mejor para la democracia era el relevo en el poder. Prefirió su fama de estadista mundial, que ya había conquistado. Acertó y su popularidad volvió a dispararse.
La tercera prueba le llegó de sopetón, cuando la economía del país iba viento en popa: la crisis financiera mundial. Lula fue rápido, primero calmó los ánimos diciendo que no iba a ser nada. Cuando la crisis llegó, supo hábilmente situar las culpas en los poderosos "blancos de ojos azules". La masa le creyó, y para él ha sido suficiente que Brasil sufra la crisis "menos que otros países de América Latina".
Con Cristo, el demonio se conformó con las tres tentaciones del desierto. A Lula no le deja en paz. Tras haber escogido a Dilma Rousseff, su jefa de Gabinete y ex ministra de Energía, como candidata para disputar las presidenciales en el año que viene para sustituirlo en la jefatura de la República, de nuevo la tentación: Rousseff, una ex guerrillera torturada durante la dictadura militar, acaba de ser operada de cáncer linfático y ha confirmado que tendrá que someterse durante cuatro meses a una dura quimioterapia. ¿Qué hacer? El mundo político está en ebullición. El Gobierno no tiene a estas horas una propuesta creíble para derrotar a los posibles candidatos de la oposición, sobre todo al gobernador de São Paulo, José Serra.
Rousseff, como acababa de escribir Le Monde, era la sustituta perfecta de Lula: "Después de un metalúrgico, una mujer" al frente de Brasil, escribió el diario de París. Lula la presentó como la "madre del PAC [el Plan de Aceleración Económica]", gestionado por ella, un billonario proyecto de obras de infraestructuras en todo el país. Rousseff aparece como la gran gestora del Gobierno, una mujer con carácter a la que temen muchos ministros.
Lula tiene dos opciones: nombrar a otro candidato o mantener la candidatura de Rousseff, como lo ha hecho en un primer momento, afirmando que Brasil necesita de una mujer como ella, que supo salir indemne de las torturas durante la dictadura militar y que superará ahora la nueva prueba del cáncer. Y pidió a la gente que rece por ella y ha vuelto a llevarla a todas las inauguraciones de obras. El Gobierno está siendo acusado de instrumentalizar la enfermedad de la jefa del Gabinete, poco popular, para afianzar su candidatura, sobre todo entre los más pobres. Lula, que es un lince político, se ha adelantado a decir que "no se juega con estas cosas". Es lo que pide la oposición. ¿Es definitiva la decisión de Lula? Rousseff dijo ayer que el presidente la está sosteniendo como un padre. Lula no puede errar. Es posible que organice algún sondeo para uso exclusivo del Gobierno para saber si el factor enfermedad de su ex ministra le dará o quitará votos. Después decidirá. Hasta ahora, su instinto de animal político nunca le ha engañado. Y éste es el temor de la oposición: que vuelva de nuevo a acertar.
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